Hija del expresidente Salvador Jorge Blanco recuerda como cuando niña sufrió los estragos del repudio social a su familia

A propósito de los famosos «cacerolazos» en los que la indignada sociedad dominicana manifiesta su repudio a la presencia en lugares públicos de funcionarios del gobierno vinculados a actos de corrupción, la hija del expresidente Salvador Jorge Blanco, recordó como su familia sufrió los estragos del repudio que hubo en la sociedad hacia el gobierno que presidió su padre en el cuatrienio 1982-1986

La hija del expresidente utilizo sus redes sociales para compartir la experiencia que vivió en una época en la que la sociedad dominicana fue afectada por la imposición de una serie de medidas de corte neoliberal implementadas por su padre que provocó un desplome en la economía nacional lo cual empujo a la ciudadanía a movilizarse en las calles utilizando métodos violentos como incendio de autobuses, saqueos de negocios y enfrentamientos con los cuerpos represivos del Estado. A estas luchas ciudadanas la historia nacional las recuerda como «La Poblada de Abril de 1984»

Ver escrito de Dilia Jorge Mera:

Dilia Leticia Jorge Mera

Eso del “repudio social” contra los funcionarios y funcionarias no es nuevo, lo que pasa es que con las redes se conocen más. Cuando mi papá salió de la presidencia, sometido y acusado de corrupción, de robo, y a mi me señalaban con los dedos haciendo la mímica como que estábamos robando, me dio mucha vergüenza.

Me recogí y trataba de no andar por muchos lados donde me viera expuesta. Y llegué hasta cuestionar a mi papá de dónde estaban los millones que decía Vincho que se había robado.

Cuando regresamos de Atlanta, mi papá nos dijo: vamos a sufrir mucho, pero el tiempo es nuestro mejor aliado y al final todo se aclarará a su debido tiempo, como sucedió, aunque no dejan de salir voces muy aisladas haciendo señalamientos.

Entré a la PUCMM todavía con esa idea que tenía la gente de nosotros, de “ladrones:, y recuerdo que comencé a enfrentarme a los que decían cualquier vaina y la gente se callaba luego.

Hoy puedo andar con la cabeza en alto y llevando el honor de mi apellido y la tranquilidad de que el nombre mi papá y mi familia está limpio. Y eso no tiene precio.

Me tomó tiempo sanar todas esas heridas.

Sólo pienso en los hij@s de esos funcionarios y funcionarias. Y si bien, no tienen la culpa de lo que hagan sus padres, lamentablemente cargamos con ese peso.

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